25 canciones de refinada virulencia; 1 pequeña bomba de tiempo, negra y redonda; 1 fenomenal éxito de Anastasia querida; 2 millones y medio de pesos; Todo esto en el primer suceso de Nacha.
Con espíritu travieso y una ponderable cuota de talento, Nacha Guevara adquiere confianza y estilo a través de un espectáculo, “Anastasia querida” que le permite tutearse con el éxito.
El domingo pasado, la cantante Nacha Guevara arrojó desde el escenario del Instituto Di Tella, en Buenos Aires, una pequeña bomba de tiempo, negra y redonda, como se estila en las mejores historietas. Un pulcro señor de la platea tomó la bomba y se la guardó en el bolsillo, llevándosela a su casa. El infernal artefacto —obviamente— es de goma, y según la diva “ya hemos fabricado más de cien pelotas similares que la gente se lleva consigo al final de la función”. Pero éste es sólo uno de los puentes entre actriz y público que explican el fenomenal éxito de Anastasia querida, un recital de 25 canciones de refinada virulencia, con mezcla de varieté, vodevil, mímica, caricatura, canción de protesta; de miércoles a domingo Nacha consigue colmar —cosa poco común— las instalaciones del templo de la sofisticación porteña.
“Nuestro público se recluta, en principio, entre esa pequeña burguesía que, políticamente, está sufriendo una módica desesperación”, analizó el compositor Alberto Favero, un platense de 30 años que desde el piano acompaña a la Guevara. Lo cierto es que los 12 mii espectadores que habitualmente constituyen el público ditelliano están siendo holgadamente superados por nuevas corrientes de adictos. El mes pasado unos 2 millones y medio de pesos entraron en las arcas de un teatro que estará acostumbrado a amasar espectáculos insólitos pero no records de taquilla.
“La explicación del éxito hay que buscarla en el hecho de que el público quizá haya quedado algo desconcertado”, declaró la Guevara a SIETE DÍAS. La habitual imagen de snobismo que siempre acompañé a la diva —y que ahora continúa en los shows nocturnos que despliega en la boite La Fusa, junto a Chunchuna Villafañe y Horacio Molina— quedó modificada por el sentido de alguna de las canciones que integran Anastasia querida. Porque los indicios revelan que Nacha está cambiando de piel, abandonando en alguna medida la imagen esotérica y en exceso frívola que siempre la acompañó. “En realidad, hacer de tonta o jugar a serlo requiere una tensión constante y una inteligencia medianamente aceptable”, interpretó Nacha.
“Tuve que hacerlo durante mucho tiempo y ahora mismo no sé qué pasarla si, en vez de refugiarme en mis anillitos y chirimbolos, usara alpargatas y me fuera a cantar la marcha contra la censura a otra parte, menos aparentemente inofensiva que el Di Tella”, arriesgó la actriz. Para ella, “mucha gente está buscando una contrapartida a ¡as canciones de Palito Ortega; éste se dedica a hipnotizar a la gente, ganar dinero y hacer creer que todo está bien ayudando a que las cosas sigan como están”.
En realidad, opinan algunos críticos, a Guevara estaría haciendo exactamente lo mismo, pero con respecto al público intelectualizado. Nacha objeta: “Yo no creo que alguien seriamente crea que una canción sirva para voltear nada. Y si lo cree realmente, peor para él”.
MAYORÍA DE EDAD
La culpa de esa imagen de snobismo que rodea a Nacha “la tiene la publicidad y, por supuesto, también yo misma. Durante mucho tiempo tuve que ganarme la vida haciendo de modelo; y en esta sociedad, en Buenos Aires concretamente, parecer una idiota con sex-appeal puede ser una manera de sobrevivir. Además, aquí la cosa es bastante infernal, uno siempre está empezando de nuevo. O se es un genio o un pobre infeliz. Yo fui ignorada durante mucho tiempo y ahora se me respeta; lo tomo con soda. Pienso que más bien se trata de un día de sol en un invierno demasiado largo, que en cualquier momento puede volver a acumular sus nubarrones sobre mi”.
Recuerda con amargura su vida como modelo, “cuando una tenía que ir por la mañana con las pestañas postizas para parecer tan linda como en La fiesta de la tarde anterior. Y si no, no hay trabajo. Es una vida desgastadora, plagada de visitas que sirven para cortejar, en el plano de las relaciones públicas, a quienes le dan trabajo a las modelos. Asistir a parties sin otro objetivo definido que estar en el ruido, frecuentar a cierta gente para que no se olviden de una, y además enfrentar el resentimiento de mucha gente que nunca pudo ser lo que quiso. Eso es un poco el resumen de la vida de una modelo. Y hay algunos que todavía no me perdonan el despegue”.
Claro que ahora —cuando hasta tiene tiempo de jugar por las tardes con sus dos chicos (Ariel, de 7 años, y Javier, de 2)—, Nacha admite que su entrada en el teatro fue difícil. Clases con Juan Carlos Gené (1962- 66), breves papeles (en Locos de verano, o un reemplazo de Marilina Ross en Negro-azul-negro) fueron los antecedentes algo escuetos de su lanzamiento como cantante.
Su primer recital es muy reciente: se produjo el 15 de abril del año pasado en Encuentros de la nueva canción, donde interpretó baladas de varios autores nacionales, como César Fernández Moreno o Carlos del Peral; ésa fue su primera, tímida, despareja incursión en el género. “Pero sirvió para que yo me diera cuenta de que ésa era mi manera de expresión”, recuerda ahora. Con una docena de canciones se conectó —después de ese debut, en el teatro Payró— con Roberto Villanueva, zar del departamento teatral del Di Telía. Fue cuando nació Nacha de noche, un espectáculo que el crítico Jaime Potenze describió así en el matutino La Prensa, el 19 de mayo de 1968:
“Nacha Guevara es una cancionista de apuesta estampa, discreta voz, de caudal escaso pero grata al oído, y simpatía digna de toda alabanza, que en esta oportunidad entoné una serie de canciones de diversos autores en las que predominaron las de Carlos del Peral, con letras que mezclaron el humor por momentos esotérico con comentarios sobre acontecimientos nacionales y universales . - . El resultado es un collage meritorio, aunque no lo suficientemente maduro como para trasladarlo del grupo amistoso o familiar a un escenario donde se paga la localidad, sobre todo por la inexperiencia demostrada por los letristas.. . Como todo en la vida, las canciones requieren profesionalismo”.
Aunque esta cita refleja sin duda la opinión de un sector de público, tiene relación con la autocrítica que de sus anteriores espectáculos realiza Nacha: “Tanto ése como otro realizado en el teatro Regina significaron dos etapas en mi maduración como cantante”. No menos reflexiva, insiste en que “también hay un lógico proceso de crecimiento como persona”.
DE PRONTO, EL ÉXITO
“En este país, donde uno tiene que estar dando examen a cada rato, descubrí que en Anastasia por fin se conjugaban varios de mis recursos y posibilidades”, un patrimonio que 12 años de estudios de danza en el Teatro Nacional Cervantes ayudaron a adquirir. Así cuenta su biografía:
“Nací en octubre de 1941, en Mar del Plata, pero desde los 8 años estoy en la Capital. Mamá es una perfecta ama de casa; mi padrastro, un empleado de comercio. A los 17 años terminé mis estudios en el Conservatorio y podía haberme dedicado a la danza; todavía agradezco el sentido de la disciplina que me otorgó ese estudio, pero también reconozco que me produjo rigideces en diversos planos. Mi madre quería que yo pusiera la típica chapa de profesora de danza en la puerta, pero yo me resistí a eso; quería actuar. Como no me dejaron, me sumí en un sopor total y hacía de todo, desde husmear por la Facultad de Filosofía hasta ayudarle a confeccionar ruedos a una modista amiga de mamá”.
Por entonces se produjo su primer matrimonio con Anteo del Mastro; fue en 1962: él era periodista y tenía 40 años, Nacha lucía flamantes 20. “Creo que lo hice, como tantas chicas, para cortar amarras con mi hogar, para irme de casa. Ese es el aspecto más positivo de una experiencia donde, sin embargo, la inmadurez de ambos no contribuyó a su duración”. En aquella época inició sus experiencias como modelo publicitaria; su segundo matrimonio (con el actor Norman Briski) coincidió con sus primeros escarceos para lanzarse a la actuación artística.
Precisamente, su lanzamiento como cantante fue simultáneo a la ruptura de esas segundas nupcias; ahora, Nacha lucha “en todos los planos por ser simplemente yo misma, sin dependencias”, aunque el público aún identifique muchos de sus gestos con los gags del mimo Briski.
“En realidad, yo tengo más recursos que él, quien por otra parte suele hacer siempre el mismo tipo de cosas”, objeta Nacha; aclaro que “existe un lenguaje de la mímica que es universal, pero además en Anastasia utilizo desde el naturalismo hasta la caricatura, pasando por el vodevil, el varieté y hasta algo intermedio entre el canto y el habla”. Se trata de un método inspirado en los músicos dodecafónicos Arnold Schoenberg y Alban Berg, que implica pronunciar 240 palabras por minuto y que convierte a dos canciones (La mala memoria y Las nuevas matemáticas) en un torneo de virtuosismo vocal.
Para la canción sobre las matemáticas (creada por Tom Lehrer, un profesor de la universidad norteamericana de Harvard) Nacha dedicó 15 días a estudiar los nuevos métodos de enseñanza, para no caer en la memorización sino en la exacta comprensión del trabalenguas que ofrece a los espectadores. El músico Favero —quien se contacté con Nacha cuando ésta asistió a una audición de la Suite Trane (dedicada al músico de jazz John Coltrane)— relaté a SIETE DIAS el método de trabajo utilizado durante el año que duró la gestación de Anastasia: “Según me explicó mi profesor de composición, Julio Graetzer, es necesario partir de las inflexiones naturales del lenguaje y, respetando esa características, escribir una música que siga el ritmo de la voz”. Nacha grababa varias veces los textos hasta lograr una buena versión; Favero, mientras tanto, elaboraba las canciones después de escuchar —en las prolongadas veladas— las cintas magnéticas.
No obstante el éxito, las clases de Nacha con la profesora de canto Susana Naidich aún continúan con rígida puntualidad, dos horas por día —tres veces por semana—, mientras constantemente acomete la bus- queda de nuevos elementos expresivos. Quizá esa palabra —búsqueda— sea la que mejor defina este período de transición que caracteriza a la cantante, quien rechazó ante SIETE DIAS toda insinuación de que haga canciones de protesta. “Como dice una letra que canto en este recital, lo mejor que tiene la canción de protesta es lo bien que lo hace sentir a uno. Porque —según Nacha—, a lo sumo, lo que quiero es darle a la gente cierto conocimiento, aclarar y poner en evidencia algunas cosas. Por ahora, el único espacio mensual que tengo por TV, en La botica del ángel, para ponerme en contacto con el gran público, no alcanza para que mi canto llegue a un alto grado de comunicatividad. Pero eso podrá subsanarse con el tiempo”.
Lo cierto es que Nacha y Favero se encaminan hacia el encuentro de una todavía inexistente Nueva Canción, estilo que pretenden crear. “El despojamiento cada vez mayor, la claridad en las letras, la adultez de los temas, es la meta que intentamos alcanzar”, propuso la Guevara. Ambos traman una posible comedia musical para el futuro, además de innumerables giras por el interior y el exterior. Mientras Nacha está cambiando de piel, solamente pide una cosa: “No me encasillen, por Dios. Como cualquiera, tengo derecho a cambiar”.
FUENTE: Siete días - Cortesía de MÁGICAS RUINAS