TEATRO Nacha Guevara, obra viviente
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Tita Merello es nuestra anti-Marilyn Monroe: poco agraciada, eterna (vivió 98 años) y áspera, no pasó por el mundo para halagar ni tiró la toalla a la primera adversidad, sino que las escarpó a todas y cada una desde el hambre de la infancia hasta el hastío de su extensa vejez. Una tromba que iba hacia adelante a puro gruñido y desparpajo, pero del bueno.
"Descubrí que no hacía falta ser bonita; basta con parecerlo." ¿Quién lo dijo? Fue la Merello, pero podría refrendarlo Nacha Guevara, cuyo aspecto se volvió sorprendentemente más amable con el paso del tiempo y así dejó atrás a aquel "patito feo" irreverente que le hacía pito catalán a la dictadura de Onganía desde el entonces naciente café concert.
Los musicales y shows que protagoniza, planificados minuciosamente por ella en todos sus detalles, son circunstancias que tapizan su obra mayor: ella misma, una mujer cuya rebeldía política trasciende al peronismo con el que siempre simpatizó e, incluso, trasciende a los personajes femeninos fuertes con los cuales prefiere fundirse en una suerte de simbiosis, más que simplemente encarnarlos (Eva Perón, la Sra. Robinson, de El g raduado, ahora la gran Tita Merello).
Como Tita, Nacha es una instalación viviente, que porta su manifiesto en su carne, huesos y neuronas; en la manera de decir y de cantar, en su mirada relampagueante y en esa calma frágil que anticipa tempestades.