Tita Merello es nuestra anti-Marilyn Monroe: poco agraciada, eterna (vivió 98 años) y áspera, no pasó por el mundo para halagar ni tiró la toalla a la primera adversidad, sino que las escarpó a todas y cada una desde el hambre de la infancia hasta el hastío de su extensa vejez. Una tromba que iba hacia adelante a puro gruñido y desparpajo, pero del bueno.
"Descubrí que no hacía falta ser bonita; basta con parecerlo." ¿Quién lo dijo? Fue la Merello, pero podría refrendarlo Nacha Guevara, cuyo aspecto se volvió sorprendentemente más amable con el paso del tiempo y así dejó atrás a aquel "patito feo" irreverente que le hacía pito catalán a la dictadura de Onganía desde el entonces naciente café concert.
Los musicales y shows que protagoniza, planificados minuciosamente por ella en todos sus detalles, son circunstancias que tapizan su obra mayor: ella misma, una mujer cuya rebeldía política trasciende al peronismo con el que siempre simpatizó e, incluso, trasciende a los personajes femeninos fuertes con los cuales prefiere fundirse en una suerte de simbiosis, más que simplemente encarnarlos (Eva Perón, la Sra. Robinson, de El g raduado, ahora la gran Tita Merello).
Como Tita, Nacha es una instalación viviente, que porta su manifiesto en su carne, huesos y neuronas; en la manera de decir y de cantar, en su mirada relampagueante y en esa calma frágil que anticipa tempestades.
En Tita, una vida en tiempo de tango, vuelve a hacer alarde de sus espléndidas piernas, no por mera vanidad femenina, sino como otra de sus insolencias, pero hacia el calendario, que no le hace mella a su incólume lozanía.
Parece una gran paradoja del destino que su espectáculo se represente en el teatro Metropolitan, en la misma cuadra en que la adolescente Merello vivió en un conventillo.
Y no se agotan allí las mágicas coincidencias: la última vez que Tita grabó un tema fue acompañando a Nacha como invitada, en 1991, de su trabajo Heavy Tango . Obviamente, cantaron "Se dice de mí", la milonga de Ivo Pelay, que la Merello convirtió prácticamente en un himno a sí misma.
Las dos también tuvieron sus programas de televisión, escribieron canciones, amaron y fueron amadas y sufrieron el exilio por razones políticas.
¿Qué hizo renacer a Tita Merello con tanta fuerza de un tiempo a esta parte?
¿Cuáles son las razones que detonaron esta suerte de merellomanía?
Genio y figura, fue una transgresora en serio, pero no de escándalos de bajas calorías o de naderías como las que hoy intoxican a la TV. Se reían de sus recomendaciones a las mujeres para que se hicieran el papanicolaou, pero si cada figura relevante se propusiese machacar sobre una buena causa, ¡cuánto mejor nos iría como sociedad!
De pronto, una serie de acontecimientos la rescataron del olvido: la Presidenta colocó en lugar relevante una gran foto de ella en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada; Virginia Innocenti armó Dijeron de mí , un unipersonal bello, afectuoso e intimista que representó hasta hace poco en el Maipo, sobre el mismo escenario que supo transitar décadas atrás la bien llamada "vedette rea".
Fíjense qué rico que será el personaje, que Pablo Kompel no se amilanó a la hora de producir la versión más ambiciosa y enérgica que sobre la diva magra crearon en conjunto Nacha Guevara y Alberto Negrín.
Pero aquí no se acaban las novedades: cual Gardel femenina, los hermanos uruguayos también se han descolgado con la pretensión de hacer suya a la Merello, alegando que habría nacido en su territorio, basándose en un extraño periplo que hizo la intérprete de "Arrabalera", en 1972, por la localidad de San Ramón. Ni su biografía oficial niega que pasó su infancia en Montevideo, pero de allí a haber nacido del otro lado del río parece sólo una expresión de deseo charrúa.
Por último (o, más bien, por ahora) también se habla de una película sobre su vida que llevaría adelante Teresa Costantini, y la Innocenti, nuevamente, le prestaría su cuerpo.
Cuando murió, en la Navidad de 2002, hacía cinco años que ocupaba la habitación 924 de la Fundación Favaloro, y se tenían pocas noticias de ella. Hosca como era, se dejaba ver por contadas visitas y muy de cuando en cuando algún programa de radio le arrancaba una corta charla telefónica. La muerte se hacía rogar como un amante reticente. "La espera condenó a la Merello -escribimos por entonces en esta columna- por años que parecieron siglos a mirar el techo o a vagar en camisón demacrada y consumida [por los pasillos de la institución que la cobijaba]".
El día que alguien decida hacer un musical sobre Nacha Guevara tendrá tantas (o más) cosas que decir, mostrar y cantar que el que ahora ella hace sobre Tita Merello, una figura a la que se le parece en varios aspectos. Es, como aquella, talentosa, de temible temperamento, voz extraña y cautivante a la vez, topadora arriba y abajo del escenario, incómoda siempre.
El musical de Nacha también sería formidable, con tantas cosas que mostrar y cantar; quizás hasta podría representarse a sí misma. ¿Por qué no? Y cantar sus grandes hits de todas las épocas y recorrer sus más de cuarenta años de actuación. ¿Quién mejor que ella podría hacerlo?
"Fui resistida y resistente." Otra vez, ¿quién habla: Tita o Nacha? ¡Qué más da!
FUENTE: Por Pablo Sirvén | LA NACION