La Asociación de Cronistas del Espectáculo otorgó los premios ACE a la actividad teatral 2008-2009 en El Nacional. Nacha Guevara fue la gran ganadora por su papel en el musical EVA. PURA VIDA estuvo allí para contártelo todo

“Estoy feliz”. Con esas dos palabras, Clotilde Acosta o Nacha Guevara, la gran ganadora de los ACE (se llevó ocho incluyendo el de Oro), definió su estado de ánimo. “Estoy feliz porque mi vida es el teatro. En él me desarrollé y aquí (por el mítico escenario de El Nacional) hice mis grandes obras y aquí crecieron mis hijos Ariel, Gastón y Juan Pablo (de Anteo del Mastro, Norman Briski y Alberto Favero respectivamente)”, evocó emocionada al recibir el Oro por su labor en el musical Eva.

Elegante, con un vestido azul ceñido al cuerpo, la gran actriz argentina que hizo de María Eva Duarte de Perón una bandera y cosechó unánimes críticas favorables por su composición, concedió a PURA VIDA una entrevista exclusiva a minutos de haberse consagrado reina en la noche en la que la Asociación de Cronistas de Espectáculos premió a la actividad teatral 2008-2009.

¿Ganó Eva o triunfó Nacha?

Ganamos todos, pero fundamentalmente ganó el teatro. Al hacer a esta Eva con una producción encomiable, bien realizada y digna también gana el teatro. Y Eva triunfó porque la recordamos de la manera en la que ella se lo merece.

Eva, la mujer que todas quieren ser aquí y en gran parte del mundo…

¿Sabes qué pasa? Evita tiene un magnetismo propio de esas mujeres luchadoras, que no decaen ante nada, que la adversidad las fortalece y despliegan sus alas con grandeza. Seduce a los argentinos y seduce en el mundo. Es un caso único en la historia. Ejerce una enorme fascinación. Es una historia que si no fuese real sería completamente increíble.

¿Te vas a reflejar en ella cuando, en diciembre, asumas como diputada por el Frente de la Victoria?

No, no, no. Eva es una mujer muy grande. Lo que yo pienso hacer es muy modesto, muy chiquito y muy lo que pueda. No pretendo cambiar el mundo, cosa que lo pretendía cuando tenía 14 años. Está muy bien pretender hacer eso a los 14. Después hay que saber que uno puede hacer algunas cosas. Y a esas cosas hay que llevarlas adelante aunque sean chiquitas. Desde lo pequeño una puede construir grandes cosas.

¿Nacha Guevara perdió los sueños de aquella Clotilde Acosta de los 14?

Jamás. Soy una ferviente defensora de los sueños. Es que los sueños nos alimentan y nos permiten vivir en armonía.

¿Qué placer te dio volver a tu primer amor, el café concert, junto a un gran amor como Alberto Favero?

El placer que me brinda es lo opuesto a lo que hemos estado haciendo con Eva. He pasado de una cosa tan grande y tan sinfónica a una cosa íntima, chiquitita y muy libre. En la propuesta del café concert hay una propuesta más libre. Es además un volver a mi identidad porque desde hace unos años que yo vengo haciendo roles. Esto se manifestó desde mis trabajos en El Graduado hasta No te prometo amor eterno y ahora Eva. Fueron tres o cuatro años donde yo vine haciendo de otras personas. Tenía necesidad de volver a mi identidad que es ese material íntimo que estoy haciendo hoy en La Trastienda (Buenos Aires).

Anastasia querida, aquel transgresor musical que llevaste en 1969 al ámbito del Instituto Di Tella, marcó a esa Nacha soñadora, revolucionaria y censurada…

Verdaderamente, ha sido una época dura para todos los argentinos. Lo que siempre está en mí es la llama viva de la defensa de la condición humana, de los derechos humanos y de todo aquello que no conculque la libertad en sus más variadas formas. En Anastasia revaloricé el sentido estricto de la libertad. Cómo olvidarme de esos tiempos en los que una protestaba pero proponía una calidad de vida superior a través de la reinterpretación libre de canciones de Jacques Brel, Boris Vian, Georges Brassens, Serge Gainsbourg, Violeta Parra, Griselda Gambado, Julio Córtazar y Ernesto Schóo.

Con tus trabajos, tanto en televisión como en cine y teatro, has reivindicado a las mujeres…

Es mínimo que uno sea solidario con su gente. Lo he sido desde los tiempos oscuros en que la dictadura militar de Onganía clausuró el Di Tella y pasé al café concert, a cantar en La Botica del Ángel de Eduardo Bergara Leumann, en El Gallo Cojo de Lino Patalano y en La Cebolla de mi Mar del Plata natal. Lo sigo siendo hoy a mi manera. El ACE a Evita fue la confirmación de que nunca estuve equivocada en mis acciones de vida.

FUENTE: Por Emilio Marcelo Jozami y Daniel Edgardo Pérez De la Redacción de PURA VIDA